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La torre de Aniñón

Aniñón es una localidad situada a unos 17 Km de Calatayud en dirección norte. Cuando uno se aproxima por la carretera, contempla todo el caserío predominantemente blanco deslizándose suavemente por la ladera donde se asienta y resulta impresionante la enorme mole que lo preside, es decir, la iglesia de Nuestra Señora del Castillo, con su torre catalogada como “mudéjar” (el entrecomillado está puesto con segunda intención, como comprobaremos más adelante).

Vista parcial del caso urbano de Aniñón
Vista parcial del caso urbano de Aniñón

 

Algunos autores que han escrito sobre este conjunto consideran en su descripción que el templo está orientado hacia el nordeste. Sin embargo, vemos que su orientación hacia el este es casi perfecta, con un pequeño giro hacia el norte de apenas 7º, circunstancia habitual en las iglesias cristianas. Hemos visto otras iglesias giradas considerablemente respecto de la orientación canónica porque fueron construidas en los mismos solares donde antes hubo mezquitas y que miraban hacia el SE. En este caso, la dirección del eje de la iglesia, este-oeste casi perfecta, podría hacernos descartar tal posibilidad. Sin embargo, observamos que, por ejemplo, la catedral de Sevilla tiene prácticamente la misma orientación que esta iglesia de Aniñón y allí es bien seguro que ocupa el mismo solar que la gran mezquita almohade que antes hubo y de la que todavía queda el patio de abluciones (Patio de los Naranjos) y el alminar (la Giralda). En la mezquita mayor de Sevilla, los musulmanes rezaban hacia el sur en lugar de hacerlo hacia el SE y, cuando se hizo la catedral, se puso el altar hacia el este. Por tanto, nada es descartable.

 

Orientación de la Iglesia de Aniñón (Plano de Catastro)
Orientación de la Iglesia de Aniñón (Plano de Catastro)

 

Orientación de la Catedral de Sevilla (Plano de Catastro)
Orientación de la Catedral de Sevilla (Plano de Catastro)

 

La torre y la iglesia son dos obras bien diferentes. El contraste más evidente reside en el material de que están hechas: la primera de ladrillo y la segunda de mampostería de piedra, siendo esta una construcción renacentista (siglo XVI). Nadie discute que, cuando se construyó la iglesia, la torre ya estaba allí, quedando adosada al lado norte de la iglesia, hacia su mitad, y ligeramente girada.

 

Conjunto Torre e Iglesia de Aniñón
Conjunto Torre e Iglesia de Aniñón

 

Relación en planta de la Torre con la Iglesia
Relación en planta de la Torre con la Iglesia de Aniñón (Dibujo A. Sanmiguel)

 

La torre es de planta cuadrada, de unos 7,50 metros de lado. Se compone de dos cuerpos, el inferior con un machón central en torno al cual circula la escalera, a razón de cinco peldaños en cada tramo (5 tabicas, 4 huellas) y rellanos cuadrados, lo que hace que en cada vuelta completa se suban 20 peldaños. El abovedamiento de los techos es poco habitual, pues se compone de bovedillas horizontales de cañón apuntado que se van escalonando en cada rellano. En Aragón, solo hemos visto este tipo de bovedillas en la torre de la Vilueña, aunque allí eran de tapial de yeso y aquí toda la obra es de ladrillo. Sorprende el esmero con el que está hecha: una planta perfectamente cuadrada y una ejecución muy cuidada de rellanos, peldaños, bovedillas, etc. También vimos que para encontrar bovedillas de cañón en otras torres tendríamos que irnos a Andalucía y al Magreb, aunque allí generalmente son de medio punto. El hecho de que aquí sean apuntadas nos hace pensar en precedentes orientales mucho más antiguos. Cuando se está llegando al cuerpo superior, la altura libre de la escalera va disminuyendo hasta que desembocamos en una sala similar a la de Belmonte: abierta a los cuatro lados, con un gran ventanal en cada uno de ellos, enmarcado dentro de un rectángulo, a modo de alfiz, con arco apuntado y parteluz del que salen semiarcos para terminar en los ángulos superiores del rectángulo. Por encima, entre dos bandas de esquinillas, el entrecruzamiento de arcos de medio punto produce cinco huecos apuntados, donde existe decoración de cerámica vidriada a base de platos en las albanegas y fustes de apeo para esos arquillos.

 

Cuerpo superior Torre de la Iglesia de Aniñón
Cuerpo superior Torre de la Iglesia de Aniñón

 

Ahí terminaba la torre original, con sus 30 m de altura, hasta que le hicieron un recrecido de 4 m más en la misma época en que se hizo la iglesia. Este recrecido tiene en cada cara un hueco que emula al de abajo, con la diferencia principal de que el arco no es apuntado sino de medio punto. En el interior, todavía quedan las trompas de transición de la planta cuadrada a la base octogonal de la pirámide que le servía de remate antes de ser demolida para hacer este recrecido. Cabe suponer que, al llevar a cabo una construcción de semejante altura como es la iglesia, estimaron necesario recrecer la torre para que tuviera un tamaño más acorde al del nuevo templo, pues sería de mayor altura que el anterior.

 

Detalle del cuerpo superior con el recrecido del siglo XVI. Iglesia de Aniñón
Detalle del cuerpo superior con el recrecido del siglo XVI. Iglesia de Aniñón

 

Trompas de arranque de la antigua pirámide octogonal de la torre de Aniñón (Foto J.A. Tolosa)
Trompas de arranque de la antigua pirámide octogonal de la torre de Aniñón (Foto J.A. Tolosa)

 

Las cuatro caras presentan idéntico alzado al exterior salvo la occidental, en la que su labor decorativa comienza unos 5 m más abajo que en las otras tres. Coincide con la circunstancia de que esta cara es la que resulta más visible de las cuatro.

Las imágenes que siguen a continuación son dibujos de Agustín Sanmiguel donde se representan el alzado y la sección vertical de la torre sin el recrecido del siglo XVI, es decir, tal y como tuvo que ser originalmente.

 

Alzado Torre de Aniñón (Dibujo A. Sanmiguel)
Alzado Torre de Aniñón (Dibujo A. Sanmiguel)

 

Sección vertical torre Aniñón (Dibujo A. Sanmiguel)
Sección vertical torre Aniñón (Dibujo A. Sanmiguel)

 

En cuanto a su cronología, está claro (y todos los autores así lo reconocen) que tuvo que pertenecer en su origen a otro templo que antes hubiera en este mismo lugar. Un elemento muy relevante de todo este conjunto es el imponente muro de los pies de la iglesia construido en ladrillo, como la torre, y no en piedra, como el resto de la la iglesia. Presenta cuatro gruesos contrafuertes que contribuyen a hacerlo más majestuoso. De hecho, los historiadores razonan la presencia de estos para dividir el muro en tres calles verticales cons sus correspondientes motivos ornamentales. Sin embargo, su función primordial es meramente resistente, pues este muro se alza sobre un cortado prácticamente vertical y la ausencia de estos refuerzos verticales hubiese supuesto un grave riesgo de deslizamiento en su base.

 

Muro occidental de la iglesia de Aniñón
Muro occidental de la iglesia de Aniñón

 

Gonzalo Borrás (Arte Mudéjar Aragonés, 1985) observa su carácter arcaizante, pero asegura que pertenece a la misma unidad constructiva que el resto del templo del siglo XVI, algo totalmente incomprensible desde el punto de vista arquitectónico. De ese siglo evidentemente es el recrecido de la parte superior, que contrasta en austeridad con la inferior. Hasta el ladrillo parece tener diferente tonalidad. Justifica su razonamiento en que “este hastial no hace sino enfatizar hacia el casco urbano el mismo lenguaje formal mudéjar que perviviría en el recuerdo visual de la población y del que solo había quedado la torre”. Desde el punto de vista romántico, resulta un argumento atractivo, pero, bajados al terreno de lo real, no parece muy sostenible. En cuanto a la torre, la sitúa en la primera mitad del siglo XIV.

Francisco Abbad Ríos, en su Catalogo monumental de la provincia de Zaragoza, adscribe este muro al siglo XIV, coetáno de la torre. Hay que tener en cuenta que la construcción de la iglesia es consecuencia de un mandato pastoral de 1568 para agrandarla, llevándose a cabo un nuevo templo de nave única, con ábside poligonal de cinco lados, capillas laterales y bóvedas estrelladas. Si nos ponemos en la postura de estas interpretaciones, hemos de suponer que la torre se había hecho en el contexto de una iglesia anterior, también de ladrillo (gótico-mudéjar, por tanto), cuyo muro hastial era el mismo que el ahora existente, pero sin el recrecido actual de la parte superior. No podían ampliar, pues, el templo si no era desplazando el ábside más hacia el este porque el hastial ya estaba en el borde del cortado natural. ¿Estaría el ábside más o menos alineado con la torre y, al desplazarlo hasta su posición actual, ha quedado la torre en la mitad de la longitud de la iglesia? No tiene sentido porque se habría conservado la parte de obra de los tramos más próximos al hastial. ¿O tan mal hecha estaba esa obra y tan bien la torre y el muro occidental, como aún podemos comprobar? Además, este muro está descentrado respecto al eje de la nave (casi 2 metros hacia el sur, nada menos) y el muro de piedra del siglo XVI que se alinea con el mismo por su extremo izquierdo se estrella contra el primer contrafuerte, lo que demuestra, efectivamente, la mayor antigüedad del muro de ladrillo respecto al de mampostería de piedra.

 

Encuentro entre el muro de piedra y la obra de ladrillo. Iglesia de Aniñón
Encuentro entre el muro de piedra y la obra de ladrillo. Iglesia de Aniñón

 

Si tuvieron que derribar prácticamente toda la supuesta iglesia del siglo XIV para agrandarla, salvo el muro hastial (que sí estaría centrado con el antiguo edificio) sería porque esos muros laterales no servirían estructuralmente para soportar los empujes horizontales de las bóvedas que pensaban construir y tenían que hacer el modelo que ahora tiene, es decir, con potentes contrafuertes laterales y capillas laterales entre los mismos. ¿Será porque aquel templo tenía otro tipo de techumbre que no transmitía empujes? ¿Tres naves estrechas, más ancha la central, separadas por arquerías, correspondientes a las tres calles en que los contrafuertes dividen el muro occidental, cubiertas con estructura de madera? Parece que estamos describiendo una mezquita del siglo XI o anterior, pero todo esto no dejan de ser conjeturas. Desde luego, no es lógico suponer tanta actividad constructora como la que plantean los historiadores: edificar una iglesia y una torre en el siglo XIV, todo ello de ladrillo y muy bien construido, como puede observarse en los elementos que aún quedan (torre y muro occidental) y tener que derribarlo tan solo dos siglos más tarde.

Resultarían muy oportunos (necesarios, diría yo) ensayos de datación de ladrillos y morteros por diversos métodos (termoluminiscencia, por ejemplo, y no son especialmente caros) sobre la torre y el muro occidental para esclarecer los fascinantes misterios que encierra este conjunto arquitectónico tan bello y singular. Algún día, quienes tienen la responsabilidad de ello, deberán salir de la pasividad y enfrentarse a ese cometido, tanto en este como en otros muchos casos. Nos va en ello la verdadera catalogación histórica de una parte importante de nuestro patrimonio.

No se comprende bien el motivo de considerar como más prudentes, ante la ausencia de documentación, fechas tardías, aunque no sean compatibles con la realidad física de los monumentos, que fechas antiguas, aunque sí lo sean. ¿Incapacidad para asumir lo que en esta tierra se desarrolló en cierta época y que estuvo muy por delante de lo del resto del mundo occidental conocido por aquel entonces? Como ya apuntaba en alguna ocasión, en estos casos de incertidumbre y mientras no haya resultados de tipo más científico como los aquí propuestos, lo prudente será atribuir esa datación anterior para no restar gratuitamente el valor histórico que puede merecer. En este caso, al menos  la torre, por su evidente relación con otras de su entorno que ya han sido aquí estudiadas, resultará muy difícil que no sea un alminar del siglo XI reutilizado como campanario tras la conquista cristiana. Agustín Sanmiguel, en su libro Torres de ascendencia islámica en las comarcas de Calatayud y Daroca, destaca su evidente función de atalaya, dada su situación y altura, así como su perfecta y rica decoración que sugieren un valor simbólico, quizá más propio de un distrito o un reino que de un pueblo, como también ocurre con la torre de Ateca, circunstancias que encajan perfectamente con la época de la taifa de Saraqusta.

 

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Jaime Carbonel Monguilán. Arquitecto Técnico.

Autor del libro «El alminar de Tawust», las intervenciones en obras de restauración del patrimonio de Jaime Carbonel le han llevado a conocer los aspectos más singulares de la arquitectura tradicional aragonesa, como el uso del yeso como material de agarre en lugar del mortero de cal, que era lo habitual en el resto de casi todo el mundo. Su dedicación al estudio detallado de la torre de Santa María de Tauste arroja unos resultados sobre su datación bien diferentes de los que se han sostenido tradicionalmente. Unas conclusiones que afectan de manera muy positiva al pasado de Tauste y a las consideraciones sobre el verdadero origen de la arquitectura mudéjar aragonesa.

 

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