Después de haber hecho la parada oportuna en Villalba de Perejil, continuamos en la comarca de Calatayud. Siguiendo la carretera A-1504, que transcurre paralela al río Perejiles, tras solo 2 Km de recorrido, llegamos a Belmonte de Gracián, un pueblo que ahora tiene unos 180 habitantes y que fue cuna de Baltasar Gracián, uno de los filósofos y escritores más ilustres del Siglo de Oro español.
En el caserío de esta localidad destaca la iglesia de San Miguel con su torre. La iglesia es una edificación del gótico tardío (siglo XVI), construida mayormente con mampostería de piedra. Sorprende su gran tamaño, indicio significativo del considerable número de habitantes que tenía esta población por aquel entonces. En toda esa gran mole de piedra, enseguida vemos que el ábside es de ladrillo, obra tagarina, con las típicas decoraciones del denominado “mudéjar aragonés”. Lo explico así porque, como ya expresé en otras ocasiones, a los musulmanes aragoneses nunca se les llamó “mudéjares”, sino “tagarinos”, por ser gentes del Thagr (frontera), viniendo el término “mudéjar” de la denominación que se les había dado a los musulmanes granadinos, con la que se hizo tabla rasa para todos en un afán de uniformar todo lo español, y lo mismo se hizo con la arquitectura.
Siguiendo con el ábside, este es poligonal de siete lados, con aristas vivas en las esquinas, es decir, sin contrafuertes. Se ven claramente dos fases en el mismo: una primera hasta dos tercios de su altura, erigida en el siglo XIV, y la segunda correspondiente ya a la gran obra del siglo XVI. Queda evidente dónde termina la primera fase y comienza la segunda, pues se aprecia con nitidez la huella del rafe que tenía y que fue picado para eliminar el saliente. Está claro que antes hubo otra iglesia más pequeña que fue sustituida por la actual, pero aprovechando algunos de sus elementos.
Pero lo que nos ocupa principalmente en este artículo es la torre. Llama la atención su pequeño tamaño en comparación con la iglesia, pero tiene la ventaja de que se encuentra sobre otro terreno más elevado, lo que viene a compensar ese desequilibrio de alturas. Veremos más adelante que se trata de una obra anterior al templo, incluso a aquel primer templo del siglo XIV. Quizá la circunstancia que apuntamos de la sobreelevación topográfica fue la que favoreció que se salvara, es decir, que se mantuviera en lugar de construir otra torre acorde a la grandeza de la nueva iglesia.
Su situación respecto a esta resulta muy extraña, pues se encuentra separada unos 5 metros del lado sur de la misma y, además, girada unos 15º, como buscando la orientación sureste (La Meca). Consta de dos cuerpos, ambos de planta cuadrada: el inferior de unos 5,50 m de lado y 14 m de altura, por cuyo interior transcurre la escalera, y el superior más estrecho, con unos 4,20 m de lado y 8 m de altura.
Especialmente curiosa es también la construcción del primer cuerpo, pues las dos terceras partes de abajo están hechas de tapial de yeso y el tercio superior de fábrica de ladrillo. El segundo cuerpo ya es enteramente de ladrillo y lo corona un chapitel cónico, que antes fue piramidal octogonal.
El acceso a su interior se realiza a través de la construcción añadida que se hizo ocupando esos 5 m que la separan de la iglesia. Se encuentra a cierta altura de su base, lo cual hace pensar en un posible uso defensivo inicial, aunque tampoco se sostiene mucho esta hipótesis dado que no se halla en un lugar topográfico preeminente y siendo que, además, en lo más alto ya había un castillo datado en el siglo X, donde se encuentra la iglesia de Nuestra Señora del Castillo. A diferencia de las torres estudiadas en los dos artículos anteriores (Villalba de Perejil y Maluenda), con estructura hueca, en esta la escalera se desarrolla helicoidalmente en sentido antihorario en torno a un machón central de sección cuadrada, a razón de dos peldaños por lado y rellanos partidos en triángulos en las esquinas. En la parte de la torre realizada en tapial de yeso, el interior es del mismo material, es decir, machón central y escalera de tapial. Destaca su originalidad, pues, vista desde abajo, se trata de cortas bovedillas de cañón escalonadas y dispuestas en posición radial, de forma que simula una palmera donde el machón central es el tronco y las bovedillas las hojas curvadas. Resulta admirable la habilidad de aquellas gentes para hacer encofrados.
Al mismo nivel donde, exteriormente, la torre cambia de fábrica de tapial a obra de ladrillo, lo hace también en el interior, existiendo, por tanto, una junta horizontal muy bien definida entre ambas. Lo habitual en otras ocasiones donde se cambia de sistema es que todo el primer cuerpo sea del mismo material y que el cambio se produzca, en todo caso, en el segundo cuerpo. En este caso, no sabemos si esta circunstancia responde a que el cuerpo inferior sea un reaprovechamiento de otra torre anterior -o restos de la misma-, sobre la que se hiciera el recrecido, ya con fábrica de ladrillo. Las bovedillas de la parte de ladrillo son las enjarjadas habituales (también conocidas como “falsas bovedillas” o formadas por aproximación de hiladas). Para la transición entre unas bovedillas y otras se realizaron dos cortos tramos de cañón en ladrillo, que también se repiten al final del desarrollo de la escalera, cuando desemboca en la estancia de arriba o segundo cuerpo.
Llegados a ese nivel, se interrumpe el machón central y nos encontramos en una estancia de planta cuadrada con un gran ventanal apuntado en cada lado, enmarcado en alfiz por el exterior, con un parteluz del que arrancan semiarcos que llegan a los ángulos superiores de dicho alfiz, diseño de hueco que, como ya vamos viendo, se repite con frecuencia en la comarca de Calatayud.
En la parte superior también se abren cuatro pequeñas ventanas en arco apuntado en cada lado. La cúpula cónica antes mencionada que corona la torre apoya sobre trompas en las esquinas para facilitar el cambio de la forma cuadrada a la circular.
En cuanto a su datación, ante la ausencia de documentación, Gonzalo Borrás se refería a varios pueblos de la comunidad de Calatayud de los que afirmaba que “la torre mudéjar corresponde cronológicamente a una época anterior a la de su actual iglesia”, teniendo entre ellas a esta de Belmonte. Sin embargo, con esta afirmación, y sin más explicaciones, nos dejaba ante un vacío ya que nunca se ha construido antes un campanario que su iglesia. Atribuía a esta torre la fecha de 1300 por su carácter arcaizante, cuando la supuesta primera iglesia es del siglo XIV. ¿Dónde está, entonces, la iglesia que se habría hecho antes que la torre? Agustín Sanmiguel hace hincapié en el hecho de que esta torre se construyera exenta, decorada por igual en las cuatro caras. Para aceptar la cronología dada por G. Borrás, habría que admitir la construcción de una iglesia antes de 1300, que sería derribada pocas décadas después, respetando la torre, para construir una iglesia a cierta distancia y con un giro de unos 15º. Bastante increíble, ¿no? Es mucho más sostenible la versión de que los cristianos, tras la conquista, reutilizaran la mezquita que allí hubiera como iglesia hasta que construyeron la del siglo XIV, manteniendo el alminar por su prestancia y por estar situado a cierta altura. A día de hoy, Territorio mudéjar sigue calificando esta torre como “mudéjar”.
No nos vamos a detener extensamente en describir toda la decoración exterior, pero sí mencionar la “espina de pez” sobre las primeras hiladas de ladrillo por tratarse de un motivo escaso que solo encontramos, además, en Maluenda y en Ateca. También los arcos ojivales entrecruzados, las columnillas cerámicas vidriadas y, sobre todo, los discos vidriados por lo que explicaré a continuación.
Los hemos visto en otros lugares como, por ejemplo, en la torre de Santa María de Ateca, donde cabe intuir que fueron colocados a la vez que se realizaba la fábrica de ladrillo. Es decir, colocaban los platos en la superficie del muro y rellenaban el espacio entre los mismos con ladrillos, pudiendo ajustar así la labor de las hiladas a la existencia de los platos. Aquí hay platos colocados sobre paramentos de tapial y, también, sobre paramentos de ladrillo. Pues bien, donde los platos están colocados sobre paramentos de ladrillo, se ve que primero hicieron la obra y, posteriormente (no se sabe cuánto tiempo después), decidieron introducir esta decoración, abriendo los agujeros correspondientes para que cupieran con la necesaria holgura. La consecuencia de ello es el amplio repaso que tuvieron que hacer con yeso alrededor de cada disco para reparar toda la rotura.
Donde están sobre fábrica de tapial surge una observación muy interesante. También fueron picados los huecos a posteriori y, para arreglar el destrozo, recibieron los platos con los bordes salientes del paramento lo suficiente como para permitir la aplicación de una capa de enlucido que tapara el desperfecto. Esto lo descubrimos en una fotografía hecha por mí en 2014, antes de la última restauración que terminó por borrar estas huellas. Efectivamente, resulta muy extraño que una obra de tapial se enluzca, sencillamente porque no es necesario ya que el yeso fresco que se vierte dentro del encofrado queda en contacto con el mismo y, bien compactado, reproduce su misma superficie lisa. Sin embargo aquí se ve que se enlució y se hizo por ese motivo de la reparación. Todavía hay más: en esa misma foto, se aprecian los agujeros que quedaron tras la demolición de una cubierta inclinada como consecuencia de arrancar los maderos que se empotraban en el muro de la torre. También este testigo significativo de la historia del monumento desapareció con la última restauración. Esos agujeros definían una línea inclinada perfecta según la pendiente que tuvo aquel tejado. El enlucido de yeso que hicieron para tapar el estropicio hecho para empotrar los ataifores arrancaba desde esa cubierta hacia arriba y no existía por debajo de la misma, pues allí todavía podían apreciarse las juntas horizontales de los tableros de madera que habían servido de encofrado para erigir la obra (ver la siguiente foto). Tampoco puede pensarse en que con el tiempo desapareciera el enlucido de la parte de abajo y no en la parte de arriba, pues la de abajo siempre estuvo protegida de la intemperie y, en todo caso, hubiese sido al revés. Eso significa que, cuando se colocaron estos platos o ataifores (perfectamente datables en los siglos X y XI), esa edificación adosada a la cara este de la torre ya existía, pudiendo ser parte del conjunto de la mezquita. Cabe suponer, pues, que esta se encontrara desde esta parte de la torre hacia el lado sur, al mismo nivel que esta. Este esquema encaja perfectamente con el genérico de muchas mezquitas (Córdoba, por ejemplo): el alminar en el lado norte, formando parte del cerramiento del patio de abluciones, y, a continuación, hacia el sur, la sala de oración. En el caso de Belmonte, no deja de ser una mera suposición, pues no nos queda nada evidente sobre ello.
Finalmente, cuando construyeron la nueva iglesia en el siglo XIV, lo hicieron hacia el lado norte, a un nivel inferior al de la torre, en el lugar donde hoy la conocemos.
Jaime Carbonel Monguilán. Arquitecto Técnico.
Autor del libro «El alminar de Tawust», las intervenciones en obras de restauración del patrimonio de Jaime Carbonel le han llevado a conocer los aspectos más singulares de la arquitectura tradicional aragonesa, como el uso del yeso como material de agarre en lugar del mortero de cal, que era lo habitual en el resto de casi todo el mundo. Su dedicación al estudio detallado de la torre de Santa María de Tauste arroja unos resultados sobre su datación bien diferentes de los que se han sostenido tradicionalmente. Unas conclusiones que afectan de manera muy positiva al pasado de Tauste y a las consideraciones sobre el verdadero origen de la arquitectura mudéjar aragonesa.
Artículos anteriores
La arquitectura zagrí y mudéjar en Aragón (I).
La arquitectura zagrí y mudéjar en Aragón (II): El caso de Tauste.
La arquitectura zagrí (IlI): Un poco de historia.
¿Por qué la llamamos «arquitectura zagrí»?
El yeso: Ese material tan habitual como ignorado.
Errores conceptuales respecto al yeso.
Técnicas de construcción con yeso.
Mortero de cal o pasta de yeso.
¿Cómo nació la arquitectura mudéjar aragonesa?
Génesis de la Arquitectura Zagrí.
Evolución estructural de los alminares zagríes.
La Parroquieta de La Seo de Zaragoza.
La Seo de Zaragoza o la Mezquita Aljama de Saraqusta.
La Torre de San Pablo de Zaragoza.
La Torre de la Magdalena de Zaragoza.
La Torre de la Iglesia de San Gil Abad de Zaragoza.
Aproximación histórica a la construcción de la Torre Nueva de Zaragoza.
La Iglesia de San Martín de la Aljafería.
La Torre de Santa María de Tauste.
La necrópolis islámica de Tauste.
El castillo de Rueda de Jalón.
La Torre de La Almunia de Doña Godina.
Los enigmas de la Torre de Ricla.
El Castillo Mayor de Calatayud.
Iglesia y Torre de San Andrés de Calatayud.
Santa María La Mayor de Calatayud.
La Torre de San Pedro de los Francos de Calatayud.
La Torre de Santa María de Ateca.
Iglesia y Torre de Santa María de la Vilueña.