Terminamos en Huérmeda nuestro recorrido por la comarca de Calatayud en busca de alminares zagríes. Se trata de una población situada a unos 5 Km de la capital de la comarca, pedanía de la misma, aguas abajo del río Jalón, en su margen derecha.
La iglesia, dedicada a San Gil Abad, es una nave única muy alargada construida en obra de tapial. José Antonio Tolosa nos cuenta en su web aragón mudéjar que Álvaro López halló un documento fechado el 5 de abril de 1496 por el cual, el procurador de la iglesia de Huérmeda, Johan Ximeno, y el maestro de obras de Calatayud, Miguel de Monreal, acuerdan los términos para terminar las obras de la iglesia parroquial. Con el maestro Miguel de Monreal colabora un tal Mahoma, también de Calatayud. Al parecer, la iglesia que ha llegado hasta nuestros días es el resultado de unas reformas realizadas en el siglo XVII después de aquellas obras a las que alude este documento.
Como de costumbre, la incógnita nos surge cuando vamos a la datación de la torre, sobre la que no hay documentación alguna. Consta de dos cuerpos, uno inferior, realizado también en tapial, y el superior de ladrillo. Por sus características, no cabe duda de que este segundo fue levantado en el siglo XVI, pues son característicos de esa época los arcos de doble rosca que contiene. Sin embargo, el cuerpo inferior posee el tipo de estructura propio de otros alminares que ya hemos visto: machón central en torno al cual circula la escalera hasta desembocar en el segundo cuerpo, que ya es totalmente hueco. Además, tiene la particularidad de que estas escaleras se cubren con bóvedas de cañón, como las ya vistas de Aniñón y de La Vilueña. En aquellas eran de cañón apuntado y en esta de medio punto; en Aniñón de ladrillo y en esta y en la de La Vilueña de tapial, pudiéndose ver todavía en ambas las marcas de las tablas con las que fueron encofradas, pero a las tres torres las une el hecho de ser las únicas de Aragón que poseen este tipo de bovedillas en todo el desarrollo de la escalera.
Podríamos pensar que toda la torre fuera construida como una unidad en el siglo XVI. Tendríamos que suponer, entonces, que se hiciera en el contexto de la obra objeto del contrato citado anteriormente, pero esa hipótesis hay que descartarla puesto que habría sido una parte de obra demasiado importante como para omitirla en ese documento. Además, resulta muy arcaizante este cuerpo inferior, con un sistema de construcción obsoleto para esa época en la que ya no se construían torres con machón central.
Otra hipótesis que podríamos plantear es situarla en el siglo XIV, por ponerla como medieval pero en época ya cristiana. Inevitablemente, hubiera tenido un campanario y resultaría extraño que dos siglos después tuvieran que derribarlo para construir el que hoy tiene, es decir, ese segundo cuerpo. Esto nos indica que, seguramente, en su origen, no fue un campanario. Además, dada la gran similitud de su estructura interna con otras que ya hemos visto como claramente alminares (anteriores a la conquista cristiana), lo más razonable será suponerla en aquella época islámica como alminar anexo a la mezquita que hubiera en esa población.
Examinando el conjunto arquitectónico que forman la torre y la iglesia, nos encontramos ante un caso más de extraña relación entre ambas, pues la torre no guarda armonía en cuanto a su posición respecto al templo y, además, está girada. O, quizás, sea la iglesia la que está girada respecto a la torre, pues también lo está respecto al trazado urbano que la rodea, como puede observarse en el plano que sigue a continuación. No hay que descartar que viniera a sustituir a otro templo anterior con una orientación más acorde a la de la torre y a la de la trama urbana circundante, lo que también nos lleva a pensar en la mezquita que allí antes hubiera. Huérmeda es una población que tuvo que existir desde muy antiguo: su cercanía a lo que fue la ciudad romana de Bílbilis y su ubicación respecto al río así hacen suponerlo, sobre todo en época islámica en la que sabemos de la alta densidad de población en todo el valle del Jalón. El proceso de reutilización de aquella mezquita para el culto cristiano y las fases de obra que a lo largo del tiempo se han sucedido hasta llegar al templo que hoy conocemos constituyen una gran incógnita.
Centrándonos en el cuerpo inferior, su planta es aproximadamente cuadrada, de unos 4,60 m de lado y 11,50 m de altura. Se accede a su interior desde fuera de la nave principal de la iglesia, a través de una capilla que se adosó al lado izquierdo del templo en el siglo XVIII. Que no hubiera conexión directa entre ambas construcciones es un signo más de la independencia inicial entre ellas. A diferencia de las otras dos torres mencionadas con las que guarda relación constructiva, esta es bastante más tosca en su ejecución y más irregular en su desarrollo: unos peldaños son perpendiculares a los lados y otros oblicuos, y unos rellanos son lisos y otros en pañuelo. En cuanto a las bovedillas del techo, comienza con dos bovedillas por tramo pero, al final, donde la altura va disminuyendo porque ya se llega al cuerpo superior, hay tramos que se cubren con una sola bovedilla.
El segundo cuerpo, como decíamos anteriormente, fue realizado en el sigloXVI para que sirviera de campanario y está hecho completamente en ladrillo. Su planta es menor que la del cuerpo donde se apoya, pues se retranquea medio metro en cada cara. Es totalmente hueco y consta de dos pisos, con los que la torre ya alcanza los 17 metros de altura más el remate piramidal que la corona. En cada uno de los lados existe un gran ventanal con arco de doble rosca en medio punto y, en el piso de arriba, dos más pequeños de las mismas características. Posee la decoración en ladrillo resaltado propia de la arquitectura tagarina (rombos, esquinillas e impostas con hiladas salientes).
Agustín Sanmiguel fue quien detectó las peculiaridades de esta modesta pero singular torre. Los dibujos que siguen fueron realizados por él y merece la pena detenerse en ellos para comprender tanto la composición exterior como las “tripas de este alminarico”.
Jaime Carbonel Monguilán. Arquitecto Técnico.
Autor del libro «El alminar de Tawust», las intervenciones en obras de restauración del patrimonio de Jaime Carbonel le han llevado a conocer los aspectos más singulares de la arquitectura tradicional aragonesa, como el uso del yeso como material de agarre en lugar del mortero de cal, que era lo habitual en el resto de casi todo el mundo. Su dedicación al estudio detallado de la torre de Santa María de Tauste arroja unos resultados sobre su datación bien diferentes de los que se han sostenido tradicionalmente. Unas conclusiones que afectan de manera muy positiva al pasado de Tauste y a las consideraciones sobre el verdadero origen de la arquitectura mudéjar aragonesa.
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