La iglesia de San Pedro de los Francos se encuentra en la calle de la Rúa. Se llamó así para distinguirla de otra que también tuvo la misma advocación y que, lamentablemente, ya desapareció en el siglo XIX. Según las crónicas, la de los francos fue fundada por los franceses del Bearn que ayudaron a Alfonso I el Batallador en la conquista de la ciudad. La otra se llamaba San Pedro de los Serranos, fundada por los aragoneses del Pirineo.
Nos centraremos principalmente en la torre, la cual, como viene siendo habitual en todos los monumentos que llevamos estudiados hasta ahora, carece de documentación precisa sobre su verdadera fecha de construcción. Aun así, como siempre, será inevitable fijarnos en su relación formal con la iglesia a la que acompaña.
La torre, de planta cuadrada, se encuentra adosada al ángulo suroeste de la iglesia y está claro que obliga a cierta desviación en la alineación del muro meridional de la misma, tal y como puede verse en la planta del conjunto. También se aprecia que el muro de la torre es más ancho que el de la iglesia y que este termina contra la esquina de la torre, consiguiendo por el interior un paramento perfectamente plano en el tercer y último tramo de la iglesia, pero desalineado con respecto a los dos anteriores. Todo esto ya es motivo suficiente para afirmar que, cuando la iglesia se construyó, la torre ya estaba ahí y que ello condicionó este quiebro en el muro del lado de la epístola. También el diferente formato del ladrillo y el distinto aparejo indican que se trata de dos obras diferentes.
Sobre la cronología de la iglesia, está admitido que fue edificada hacia el año 1300, tratándose, pues, de uno de los edificios más antiguos del mudéjar aragonés. Teniendo en cuenta que siempre se construye el templo antes que la torre, si en este caso no fue así, ¿cuándo y para qué se construyó esta?
No son esos los únicos detalles que atestiguan la mayor antigüedad de la torre. Lo más llamativo de la misma es su acentuada inclinación hacia la calle, con su metro y medio de desplome. A diferencia de la gran mayoría de las torres, tanto zagríes como mudéjares, carece de decoración exterior, sobriedad que denota un uso más bien militar (de vigilancia) que religioso (sin excluir este). Se sabe que tenía un cuerpo superior y que fue demolido en 1840 con motivo de la visita de la reina Isabel II (que era todavía una niña), acompañada de su madre, la regente María Cristina. Venían a alojarse en el edificio de enfrente y, para que la niña no se sintiera amenazada por semejante macizo inclinado, el consistorio decidió decapitarlo. Queda cierta noción de cómo era ese cuerpo porque lo dibujó Vicente de la Fuente en 1880. Teniendo en cuenta las décadas transcurridas desde la demolición, es de sospechar que los recuerdos que lo llevaron a dibujarlo pudieran estar ya un poco distorsionados. Sin embargo, aquel dibujo sirvió de mucho para que Agustín Sanmiguel, experto en arte islámico y buen dibujante, hiciera una versión, a partir del mismo, con mucho mayor acierto, en coherencia con otras torres de la comarca. Ese cuerpo era ligeramente más estrecho que el de abajo y tenía en cada una de sus caras un amplio ventanal de arco apuntado con parteluz central del que surgían otros arcos que se cruzaban con el principal, hasta terminar en los ángulos superiores del alfiz que enmarcaba todo el hueco. Esta tipología volveremos a verla en otras torres de la comarca de Calatayud de claro origen islámico.
Actualmente, la torre mide 26 m de altura, de los cuales, los 7 m inferiores son de piedra y el resto de ladrillo. La base de piedra se presenta perfectamente vertical, igual que el muro hastial de la iglesia, que se encuentra a su izquierda, formando fachada a la C/ La Rúa, lo que demuestra que la alineación original de la torre se encontraba unos 50 cm retranqueada respecto a la de la iglesia y que ese forro de piedra se hizo para apearla. La inclinación se debe indudablemente a un fallo del terreno en la base, seguramente ocasionado por la acción del barranco que bajaba por la actual calle de la Rúa. El hecho de que la fachada de la iglesia esté totalmente vertical indica que, cuando se construyó esta, la torre ya estaba inclinada desde antiguo, pues no existe desgarro alguno entre las dos obras.
Tiene un crismón a tan solo 5 hiladas de la terminación de este cuerpo bajo de piedra, lo que hace suponer la existencia en algún momento de un templo románico en este mismo lugar o quién sabe dónde. Resulta raro pensar que ese crismón haya estado ahí desde su origen, tan mal ubicado. El que los francos fundaran allí su propia iglesia desde época tan temprana, hace pensar en un reaprovechamiento de otro templo anterior a la conquista cristiana, que, en ese caso, tuvo que ser una mezquita. Los hallazgos arqueológicos llevados a cabo en Calatayud demuestran que la ciudad, en época andalusí, llegaba prácticamente ya hasta el Jalón, por lo que no resulta descabellada la presunción de una mezquita en este lugar, de la que, posiblemente, como en otras tantas veces, nos esté quedando su alminar.
Su estructura se compone de un machón central en torno al cual sube la escalera (siempre en sentido antihorario), todo ello envuelto por la torre cuadrada propiamente dicha. Nos encontramos, pues, ante la técnica evolucionada del típico alminar desarrollado en la Marca Superior. Recordemos que comenzó por la escalera intramural, que era el sistema más macizo y arcaico. Este se fue aligerando a costa de dar más vueltas en torno al eje central (haciendo la escalera más suave y salvando menos altura en cada una de las vueltas), o de ampliar la altura libre en todo el recorrido de la escalera, con lo cual el suelo de esta iba disminuyendo de espesor hasta quedar en lo que conocemos como “correa de escalera” sin más, siendo este el caso que nos ocupa.
Nos encontramos, pues, ante una torre más cuya adscripción a la época cristiana resulta demasiado forzada y que, por lo tanto, su datación más segura debe situarse en los finales del siglo XI o principios del XII.
Jaime Carbonel Monguilán. Arquitecto Técnico.
Autor del libro «El alminar de Tawust», las intervenciones en obras de restauración del patrimonio de Jaime Carbonel le han llevado a conocer los aspectos más singulares de la arquitectura tradicional aragonesa, como el uso del yeso como material de agarre en lugar del mortero de cal, que era lo habitual en el resto de casi todo el mundo. Su dedicación al estudio detallado de la torre de Santa María de Tauste arroja unos resultados sobre su datación bien diferentes de los que se han sostenido tradicionalmente. Unas conclusiones que afectan de manera muy positiva al pasado de Tauste y a las consideraciones sobre el verdadero origen de la arquitectura mudéjar aragonesa.
Artículos anteriores
La arquitectura zagrí y mudéjar en Aragón (I).
La arquitectura zagrí y mudéjar en Aragón (II): El caso de Tauste.
La arquitectura zagrí (IlI): Un poco de historia.
¿Por qué la llamamos «arquitectura zagrí»?
El yeso: Ese material tan habitual como ignorado.
Errores conceptuales respecto al yeso.
Técnicas de construcción con yeso.
Mortero de cal o pasta de yeso.
¿Cómo nació la arquitectura mudéjar aragonesa?
Génesis de la Arquitectura Zagrí.
Evolución estructural de los alminares zagríes.
La Parroquieta de La Seo de Zaragoza.
La Seo de Zaragoza o la Mezquita Aljama de Saraqusta.
La Torre de San Pablo de Zaragoza.
La Torre de la Magdalena de Zaragoza.
La Torre de la Iglesia de San Gil Abad de Zaragoza.
Aproximación histórica a la construcción de la Torre Nueva de Zaragoza.
La Iglesia de San Martín de la Aljafería.
La Torre de Santa María de Tauste.
La necrópolis islámica de Tauste.
El castillo de Rueda de Jalón.
La Torre de La Almunia de Doña Godina.
Los enigmas de la Torre de Ricla.
El Castillo Mayor de Calatayud.