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Santa María la Mayor de Calatayud

Continuamos nuestro recorrido por la arquitectura bilbilitana con el más llamativo de sus monumentos: la colegiata de Santa María la Mayor. Cuenta Gonzalo Borrás en su obra “Arte Mudéjar Aragonés” (1985) que, según la tradición, esta iglesia había sido fundada sobre el solar de la antigua mezquita aljama y que se había consagrado en 1249. También que constaba de tres naves y que de ella nada ha llegado hasta nuestros días. Afirma que, de toda la fábrica mudéjar, solo se conservan el claustro, el ábside y la torre y que, de todo ello, es el claustro la parte más antigua. Está adosado al lado norte de la colegiata y advierte sobre el mismo que se carece de datos históricos sobre su construcción, aunque lo sitúa en la segunda mitad del siglo XIV, basándose en sus “elementos formales”. En cuanto a la torre, estima que su parte inferior (hasta el cuerpo de campanas) debió de realizarse por la última década del siglo XV o la primera del XVI.

A falta de documentación precisa, para encontrar más luces sobre el origen de esta monumental torre tendremos que indagar en las edificaciones con las que forma conjunto arquitectónico, en este caso, el claustro y la colegiata. Agustín Sanmiguel, en su libro “Torres de ascendencia islámica en las comarcas de Calatayud y Daroca”, razona que aquí tuvo que estar la mezquita mayor de la ciudad, pues era común, tras la conquista cristiana, destinar esa mezquita a templo principal y ponerlo bajo la advocación de la Virgen María, salvo en aquellas ciudades donde ya hubiera otro templo dedicado a la Virgen, como fue el caso de Zaragoza, donde la mezquita aljama pasó a ser la Seo de San Salvador. El hecho de que esa consagración se produjera en 1249 significa que desde la conquista de Calatayud en 1120 por Alfonso I el Batallador hasta entonces (más de un siglo) estuvieron utilizando la propia mezquita para el culto cristiano. Pero, ¿dónde estaba la mezquita? ¿Dónde ahora está el templo cristiano, es decir, la colegiata? ¿Y por qué no donde está el claustro, tal y como lo razonó Agustín Sanmiguel?

Observando el conjunto en planta, resulta extraña esa composición. Ambas edificaciones forman un ángulo de 65º y parece como si la torre fuese la charnela de ensamble entre esas dos piezas. Curiosamente, es el claustro el que tiene orientación de mezquita (hacia el SE) mientras que la colegiata tiene la orientación propia de un templo cristiano medieval. En otros casos que ya hemos estudiado, se ha visto cómo la iglesia fundada sobre el mismo solar donde antes hubo una mezquita ha visto su orientación condicionada por el de esta. Sin embargo, aquí, a la colegiata no le ha ocurrido eso.

Planta Esquemática del conjunto. Santa María la Mayor. Calatayud
Planta Esquemática del conjunto.

 

En las sucesivas obras de restauración, se han realizado excavaciones arqueológicas con resultados publicados en el libro “Santa María de Calatayud. Investigación y restauración (2011-2022)”, por Fernando Alegre Arbués y Javier Ibáñez Fernández (coordinadores y editores). En él, los arqueólogos José Francisco Casabona, Judit Paraíso y José Ignacio Royo nos descubren todos los restos arqueológicos hallados bajo el suelo de la colegiata, entre ellos muros de viviendas, un pozo, cimentaciones, criptas… Pero lo más interesante a efectos de lo que aquí nos ocupa es lo queda de un muro de tapial de yeso de unos 90 cm de espesor, del que se ha descubierto una longitud de unos 9 m debajo del ábside central. Parece ser que fue más largo y que no ha sido posible encontrar más restos del mismo debido a las destrucciones del subsuelo que, a lo largo del tiempo, se han venido produciendo, sobre todo con motivo de la instalación de la calefacción en el siglo pasado. En 2011 también apareció un resto de muro transversal a este. Es evidente que la potencia de estos restos no se corresponde con edificaciones domésticas, sino que se trata de un edificio público de época islámica. Los autores lo fechan en la segunda mitad del siglo X y afirman directamente que se trata de la mezquita aljama. Desde luego, la orientación bien puede ser la de un muro quibla.

Quizá la clave para resolver los enigmas que plantea este conjunto arquitectónico se encuentre en el claustro. Nos encontramos ante un claustro muy singular. En primer lugar, su orientación, que es perfectamente el de una mezquita. De hecho, sus lados cortos son paralelos al muro encontrado bajo el ábside. ¿Por qué le harían un claustro tan “torcido” a esta iglesia? Agustín Sanmiguel reflexionaba sobre el hecho de que los claustros son siempre cuadrados. Una persona que se ponga en el centro de cualquiera de ellos ve cuatro lados iguales, cuatro galerías de la misma longitud, que es lo que requiere un espacio pensado para el recogimiento y la meditación. Sin embargo, este no es que no sea cuadrado, sino que es un rectángulo de doble largo que de ancho (unos 44×22 m), con su eje dirigido hacia el SE, como las mezquitas. Con gran sagacidad y mucho sentido de la lógica, lanzó la posibilidad de que la mezquita se hallara donde ahora está el claustro y que, incluso, se aprovecharan los elementos constructivos de este, detectando, incluso, distintas fases, basado en las distintas medidas de los arcos y el formato diferente de los ladrillos, algo fácilmente comprensible para cualquier profesional de la arquitectura, y el gran mérito de este hombre, en este caso, es que no lo era (era biólogo). Vio que los arcos rehundidos en los muros correspondientes a esa supuesta primera fase eran diferentes a los del resto, siendo estos últimos más largos y menos apuntados, con la particularidad de presentar en su intradós una imposta por debajo del arranque de la curvatura, lo que sugiere que pudieron haber sido túmidos (herradura apuntada). En esta segunda fase, el espesor de los ladrillos ya es uniforme (3,5 cm) y su aparejo regularmente de soga y tizón, a diferencia de la primera fase, donde era más caótico. Por si faltaba algo para diferenciar las dos fases, también observó que el agramilado de las hiladas de la segunda fase era notablemente más fino. El mihrab, lógicamente, desaparecería al construir la colegiata.

 

Fases del Claustro. Agustín Sanmiguel. De arriba abajo: posible mezquita primitiva, posible ampliación y estado actual del claustro abovedado en el siglo XV.
Fases del Claustro. Agustín Sanmiguel. De arriba abajo: posible mezquita primitiva, posible ampliación y estado actual del claustro abovedado en el siglo XV

 

Axonométrica de los muros perimetrales del claustro y sala capitular. Santa María la Mayor. Calatayud.
Axonométrica de los muros perimetrales del claustro y sala capitular. Agustín Sanmiguel.

 

Lo representó en las plantas que aquí se adjuntan, planteando una mezquita fundacional de 3×4 tramos, que luego se amplía en dos tramos a lo ancho y seis a lo largo, hasta alcanzar 5×10 tramos. Este es el templo que se consagra bajo la advocación de la Asunción de la Virgen María inmediatamente después de la conquista y que sigue siendo utilizada como tal hasta la consagración de un nuevo templo en 1249, el cual se hace en unos espacios públicos que antes lo habrían sido de la propia mezquita. Tiene la ventaja de que las obras no interrumpen el culto y no tienen que pedir favores a otras parroquias vecinas. Ese nuevo templo es el que, tiempo después, se derribaría para hacer la colegiata que hoy conocemos. Lo que era la antigua mezquita se transforma y se destina a claustro, explicando de esta forma sus “extrañas” proporciones y orientación. Es entonces cuando se le añade la sala capitular, con una portada de acceso muy curiosa tallada en alabastro, que sigue la disposición cisterciense, donde sorprenden unos arcos claramente túmidos que aún enlazan con el arte islámico.

Portada de acceso a la sala capitular. Santa María la Mayor. Calatayud.
Portada de acceso a la sala capitular. Santa María la Mayor. Calatayud.

 

Atendiendo a toda esta evolución y desde el punto de vista constructivo, resulta muy sólida la hipótesis de que la mezquita mayor de Qala’at Ayyûb estuviese en el actual claustro. Una ciudad de la importancia que esta llegó a alcanzar en aquella época hubo de tener una mezquita aljama de considerables dimensiones y el planteamiento de Agustín Sanmiguel encaja perfectamente en todo ello. No se comprende por qué al hallar ese resto de muro bajo el ábside de la colegiata se dé carpetazo directo a todo ello, haciéndole perder el exotismo que despierta esa importante edificación al contemplarla bajo su verdadera antigüedad y bagaje histórico en lugar de encasillarla como a todo el resto del mudéjar aragonés. Claro que ese muro no pudo pertenecer a una edificación doméstica, pero ¿acaso en época islámica solo se hicieron mezquitas? También se hicieron edificios anejos a las mismas, madrasas, palacios, etc. Bien pudo ser una edificación anexa a la mezquita y eso explica su orientación. El muro transversal hallado en 2011 parece denotar un edificio compartimentado, más bien de estas últimas naturalezas, en lugar del espacio amplio y diáfano que requiere un oratorio de las dimensiones que requería la mezquita aljama de Qala’at Ayyûb.

Santa María la Mayor: Una de las torres más grandes de ascendencia islámica de Aragón.

Llegados a este extremo, cabe pensar que semejante mezquita tuvo que disponer de un alminar en consonancia. ¿Dónde estaba? ¿Por qué después de tantas actuaciones arqueológicas no se han encontrado restos del mismo? ¿No nos estará pasando como con la mezquita, que la buscamos bajo tierra cuando, seguramente, la tenemos ante nuestros ojos? Desde luego, la actual torre ofrece muchas dudas.

Analizando todo este conjunto arquitectónico, el entorno y su evolución en el tiempo, resulta difícil pensar que el alminar estuviese en otro lugar diferente al que ahora ocupa la torre actual. La primera incógnita a despejar es ¿qué es anterior, el ábside o la torre? Se trata de una torre octogonal con grandes contrafuertes en las esquinas, de los cuales, en la parte baja, solo quedan visibles tres de ellos enteros, más uno prácticamente oculto por el ábside (situado a la izquierda de la torre) y otro oculto también parcialmente por la edificación de la derecha. Los otros tres “desaparecen” dentro de la obra de la colegiata, lo cual no significa que no existan, si no enteros, sí en su mayor parte.

La torre es una construcción de gran tamaño, de las más grandes de ascendencia islámica de Aragón, incluyendo en tal concepto tanto a las construidas en época islámica como a las mudéjares de época cristiana. Solamente la ganarían en tamaño la Torre Nueva de Zaragoza (que ya no existe) y el alminar de la mezquita aljama, que permanece “escondido” dentro de la torre barroca de la Seo, todo ello si excluimos de la altura de esta de Santa María el gran chapitel que la cubre. También las de San Pablo y Tauste tienen una altura similar. Situándonos, una vez más, dentro de la lógica del arquitecto técnico, no se concibe que semejante obra pudiera plantearse arrinconada y constreñida, ahí donde está, con el ábside ya construido, impidiendo la realización del resto de los contrafuertes, es decir, los que no se ven. Seguro que estos existen y han sido absorbidos por la obra que la envuelve en la parte baja. Luego, más arriba, cuando la torre ya emerge por encima de la colegiata, aparecen los ocho contrafuertes, tal y como le corresponde, y no podemos pensar que estos no vengan desde abajo.

Por otra parte, la extraña geometría del ábside, con esos ángulos desiguales, parece indicar cierta dificultad en el replanteo del mismo y la necesidad de adaptarlo a unos condicionantes externos que no pueden ser otros que la existencia de esta torre que les obligaba a encajarlo como podían.

Agustín Sanmiguel nos destaca sobre esta torre lo siguiente:

Su planta es octogonal con grandes contrafuertes, a diferencia de las octogonales más antiguas (San Pablo, Alagón y Tauste), que tienen las aristas vivas. La base octogonal se inscribe, con sus contrafuertes, en una circunferencia de 10 m de diámetro y su altura hasta el arranque del chapitel es de 46 m. El chapitel, con su base y su cruz, mide 24 m, con lo que la torre alcanza un total de 70 m. La sección va disminuyendo paulatinamente con la altura, hasta los 8 m de diámetro en la base del chapitel. Al exterior pueden distinguirse hasta cinco cuerpos, separados por impostas. Al interior hay claramente dos, el cuerpo de escaleras y el cuerpo de campanas.

 

Alzado de la torre. Santa María la Mayor. Calatayud.
Alzado de la torre. Santa María la Mayor. Calatayud. Dibujo Agustín Sanmiguel.

 

Su estructura es igual que la de su vecina torre de San Andrés, que se encuentra a escasos 90 m de distancia: estancia octogonal a nivel del suelo cubierta por una cúpula semiesférica hecha con hiladas enjarjadas (actual capilla del Santo Cristo). Sobre esta se apoya la torre interior o contratorre, de tan solo un pie de espesor, alrededor de la cual asciende la escalera en sentido antihorario, con 4 peldaños por lado, lo que hace 32 peldaños en cada vuelta. Con una tabica media de 20 cm, supone subir unos 6,50 m en una vuelta entera. Su gran altura de suelo a techo en cualquier punto de la escalera (unos 6 m) nos hace descubrir que la estructura de la escalera es lo que llamamos una “correa” en el argot de la construcción. Es decir, nos encontramos, de igual forma que en San Andrés, en el sistema evolucionado de torre y contratorre. Esta altura libre y su amplia anchura (metro y medio aproximado) hacen que su interior resulte cómodo y espacioso en todo su recorrido. El techo se cubre también con bovedillas enjarjadas, como viene siendo habitual. Al acercarse al cuerpo de campanas, en lugar de elevarse una por tramo, continúan horizontalmente, pero aquí fueron rotas y prolongadas en altura (quedan como unas impostas), lo que delata que, casi acabada esa parte de la obra, se decidió elevarla unos 2 m más. La terminación de las bovedillas enjarjadas coincide al exterior con la imposta que corona el tercer cuerpo de los cinco que se aprecian. Hasta este nivel, la torre presenta cierta inclinación (seguramente por asentamiento del terreno en la base), pero de aquí hacia arriba es perfectamente vertical. Ello, junto con el cambio evidente que se aprecia en la decoración exterior y en los contrafuertes, revela una época de construcción bastante posterior. Interiormente, desde ese nivel hasta llegar al suelo del cuerpo de campanas, ya no continua el techo de bovedillas enjarjadas, sino que hay dos bovedillas de cañón y, luego, se sigue techando con madera y yeso, lo que viene a confirmar esa división de etapas constructivas. También el formato de los ladrillos es diferente: 32x16x4 cm los de abajo y 34x17x3,5 cm los de arriba. El cuerpo de campanas es totalmente hueco y está dividido en dos plantas por un forjado de maderos y bovedillas de revoltón. El acceso de un nivel a otro se salva mediante una escalera de madera que obligó a dejar tapiadas algunas ventanas para permitir su desarrollo. Todo esto se corona exteriormente con una cornisa que sirvió de base a un chapitel que ya desapareció. En el último tercio del siglo XVIII le fue colocado el monumental chapitel que hoy conocemos, de madera y pizarra, para lo cual se recreció la obra con ladrillo unos 3 m más, con un óculo de ventilación por cada lado.

Alzado cuerpo de escaleras. Santa María la Mayor. Calatayud.
Alzado cuerpo de escaleras. Santa María la Mayor. Calatayud.

 

Sección cuerpo de escaleras. Santa María la Mayor. Calatayud
Sección cuerpo de escaleras. Santa María la Mayor. Calatayud

 

Dado el evidente parentesco constructivo con la torre de San Andrés (cámara en la parte baja y contratorre hueca en toda su altura), Gonzalo Borrás la dató en la misma época que aquella, pero ya vimos en el artículo anterior que la de San Andrés que encaja perfectamente entre los alminares aragoneses del siglo XI (o comienzos del siglo XII) y no como una torre mudéjar del XV-XVI. ¿Pasará lo mismo con esta de Santa María? Posiblemente sí, al menos en su cuerpo bajo.

 

Recreación. Santa María la Mayor. Calatayud.
Recreación. Santa María la Mayor. Calatayud. Dibujo: Agustín Sanmiguel.

 

Contemplando la hipótesis de que realmente se trate del alminar de la mezquita mayor de Calatayud, su situación podría estar centrada entre la mezquita a la que pertenecía y el otro edificio anexo a la misma del que recientemente han encontrado una parte de su cimentación bajo el ábside del templo actual, lo que arquitectónicamente empieza a tener bastante coherencia (ver la planta esquemática del conjunto).

Ahí quedan todas estas reflexiones, dejando la puerta abierta para nuevas consideraciones, siempre que se lleven a cabo por investigadores no afectados por el corsé de “mudejarista a toda costa”.

 

Jaime Carbonel Monguilán. Arquitecto Técnico.

Autor del libro «El alminar de Tawust», las intervenciones en obras de restauración del patrimonio de Jaime Carbonel le han llevado a conocer los aspectos más singulares de la arquitectura tradicional aragonesa, como el uso del yeso como material de agarre en lugar del mortero de cal, que era lo habitual en el resto de casi todo el mundo. Su dedicación al estudio detallado de la torre de Santa María de Tauste arroja unos resultados sobre su datación bien diferentes de los que se han sostenido tradicionalmente. Unas conclusiones que afectan de manera muy positiva al pasado de Tauste y a las consideraciones sobre el verdadero origen de la arquitectura mudéjar aragonesa.

 

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