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Técnicas de construcción con yeso

En la arquitectura militar se impuso el tapial de yeso. Ejemplos de ello son los castillos islámicos de Calatayud, Cadrete o Alfajarín (por citar tres de ellos). Consiste en ir encofrando el muro por tongadas, con tableros de madera, que se van rellenando con aljezones y pasta de yeso. Dada la rapidez del fraguado, el desencofrado era casi inmediato y podía ir repitiéndose modularmente. Tenían la precaución de disponer los aljezones un poco separados de la madera para que la superficie, una vez desencofrado el muro, quedara suficientemente lisa para no tener que enlucirla. De este modo, quedaba totalmente acabado a medida que se avanzaba en su ejecución. Demasiadas veces, este sistema ha sido confundido con el de la mampostería, en la que las piedras se van colocando a cordel, sin encofrado alguno, asentadas con pasta de yeso, aplicando posteriormente una capa de esa misma pasta para terminación y alisado del paramento. Con el paso de los siglos, el yeso superficial se ha ido erosionando, quedando los aljezones al descubierto, y se ha pensado que correspondía a una obra de mampostería lo que realmente era tapial. Se distinguen una de la otra observando la disposición de los aljezones, pues suelen estar más “ordenados” cuando es mampostería que cuando es tapial, por constituir en este caso un simple relleno que no requiere orden ni concierto. Además, en algún rincón resguardado del viento y del azote de la lluvia, suele quedar aún algún vestigio de las juntas horizontales de los tableros con los que fue encofrado el muro, señal ya inequívoca de que se trata de un tapial.

Castillo Mayor de Calatayud

Castillo Mayor de Calatayud

El auge del yeso en la construcción de época islámica tiene su explicación en que, aquella cultura que vino de Oriente, no era de Arabia sino del mundo abasí y persa, donde se encontraba el mayor desarrollo tecnológico del momento. En el viaje que realizamos a Irán en 2014 los arquitectos Javier Peña y José Miguel Pinilla, el arqueólogo y doctor en Historia Virgilio Martínez Enamorado y yo, además de otros compañeros de viaje, invitados por la ONG Musulmanes por la Paz, tuvimos ocasión de visitar las Facultades de Arquitectura de Teherán y de Isfahán, intercambiar información con el profesorado de las mismas y comprobar la gran similitud de aquel paisaje con el de aquí: grandes desiertos con escasez de piedra pero abundancia de yeso y arcilla para fabricar ladrillos, salpicados de oasis donde floreció la civilización. El valle medio del Ebro también es un gran desierto con la misma escasez de piedra y la misma abundancia de yeso y arcilla, donde los oasis son lineales, pues los constituyen las riberas de los ríos que lo surcan (el Ebro y sus afluentes). La irrupción de la Marca Superior como reino independiente en 1018 bajo la dinastía Tujibí respecto al resto de Alandalús conllevó una ruptura con Córdoba y una relación intensa con el mundo abasí. Los sultanes de Saraqusta promovieron una arquitectura de ladrillo y yeso de gran plasticidad, tomando modelos de aquellos lugares. Torres octogonales de ladrillo y yeso, por ejemplo, solo existen en Aragón y en Oriente Medio. Nacía así una arquitectura muy singular que tendría continuidad en el mudéjar desarrollado en época ya cristiana, a partir del siglo XIII. También hay arquitectura mudéjar en el resto de España, pero, a poco que nos fijemos, detectamos cierta fineza en la nuestra que la distingue de las demás. Probablemente, nuestros alarifes musulmanes no eran mejores profesionales que sus homólogos castellanos, pero el uso de un conglomerante de fraguado rápido como es el yeso les ofrecía unas posibilidades plásticas que no las proporciona el mortero de cal, cuyo fraguado es extremadamente lento. El yeso permite la realización de elementos volados sin apenas apuntalamientos ni medios auxiliares, ventaja que no ofrece la cal, así como unos acabados mucho más refinados.

kirat 1 arquitectura zagrí
Alminar de kirat (Irán siglo XI)

 

Llegados a este punto, conviene distinguir entre “mortero” y “pasta”. Un mortero es una mezcla totalmente cuidada, con unas dosificaciones estudiadas y experimentadas de los materiales que lo componen: conglomerante, árido y agua (los morteros actuales suelen llevar otros componentes para mejorar sus propiedades, a los que llamamos “aditivos”). El árido es la arena, y, si no lleva árido, no debe llamarse “mortero”. El yeso suele emplearse sin adición de arenas ni tierras. Cuando se hacía esta práctica, era por abaratar el material y siempre iba en detrimento de la calidad y de la resistencia final. Por tanto, la mezcla de yeso y agua debe llamarse “pasta”.

Merece la pena conocer lo que Ignacio Gracia, arquitecto restaurador del muro norte de la Parroquieta de la Seo, escribió en 1989 al respecto de este material obtenido mediante un procedimiento tan artesanal como “descuidado”, tan heterogéneo en su apariencia y unas dispersiones caóticas en su granulometría:

A unos ocho metros de profundidad, hemos temido bajo un arco de ladrillo sentado con otro yeso, tan blando como un helado de nata. Se trataba de otra construcción, relativamente reciente, con yeso homogéneo, limpio, bien cocido y amasado con una “cómoda” relación agua/yeso. A su lado, la cimentación con el yeso “impuro”. En el mismo medio permanentemente húmedo, este conservaba una dureza y resistencia a compresión, allí mismo, muy familiar a la de la cal. Llamar mortero a un compuesto de fracciones crudas o sobrecocidas de sí mismo, mezcladas y parcialmente combinadas con un caos aleatorio de guijos parece un piropo. Hoy, el concepto de mortero va asociado, entre otras cosas, al de dosificación racionalizada de componentes química y granulométricamente prefijados.

Muro norte de la Parroquieta de la Seo de Zaragoza
Muro norte de la Parroquieta de la Seo de Zaragoza
 

Jaime Carbonel Monguilán. Arquitecto Técnico.

Autor del libro «El Alminar de Tawust», las intervenciones en obras de restauración del patrimonio de Jaime Carbonel le han llevado a conocer los aspectos más singulares de la arquitectura tradicional aragonesa, como el uso del yeso como material de agarre en lugar del mortero de cal, que era lo habitual en el resto de casi todo el mundo. Su dedicación al estudio detallado de la torre de Santa María de Tauste arroja unos resultados sobre su datación bien diferentes de los que se han sostenido tradicionalmente. Unas conclusiones que afectan de manera muy positiva al pasado de Tauste y a las consideraciones sobre el verdadero origen de la arquitectura mudéjar aragonesa.

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La arquitectura zagrí (III): Un poco de historia.

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